Que las cicatrices sean recuerdos y no excusas para no volver a amar.



Todos, alguna vez en la vida, hemos tenido una decepción amorosa que nos ha marcado, que nos ha destrozado la vida, los sueños, las ganas y las ilusiones. Nos han engañado, nos han mentido e, incluso, nos han dejado por alguien más. Son relaciones que nos dejan devastados a tal grado de creer que nunca más nos volveremos a enamorar.

Intentamos cerrar el corazón para vivir un poco en equilibrio, cuando lo que realmente queremos es, cerrar nuestra mente para evitar más desilusiones, frustraciones y fracasos. Nos volvemos alérgicos al amor alejándonos por completo de cualquier tipo de sentimiento. Pero después de todo, creo que es normal, ya que el termino de una relación nos deja casi siempre un mal sabor de boca, una amarga sensación a fracaso.


Y muchas veces, en el fondo, vivimos llorándole a un pasado que no queremos dejar ir. Nos aferramos al dolor permitiendo que los recuerdos y los pensamientos llenen nuestra mente, cada grieta y cada ranura de nuestras vidas. Tocamos cicatrices que nos recuerdan el daño provocado.

El miedo de volver a sufrir nos lleva inevitablemente a perder la confianza en el amor,  a evitar enamorarnos por un periodo indefinido de tiempo, y es comprensible, porque no sólo perdemos a una persona especial en nuestra vida, también perdemos esa parte en la que nos convertimos cuando estamos con ella.


Llegamos al punto de creer que lo que hemos vivido es más que suficiente, y no consideramos el hecho de que quizá, lo mejor esté por venir, ¿porque sabes? El corazón nunca se cierra. Él vive de puertas abiertas y el amor siempre será bienvenido. Y que recordar a los amores que te han marcado, está bien, son cosas que a todos nos pasa, pero hay que seguir adelante. Hay que tomar la enseñanza y no convertirnos en un estado permanente de tristeza o rechazo al amor, porque posiblemente hay alguien para ti en este mundo.

Sería muy triste convertirnos en personas solitarias que por temor a sufrir, eliminamos de nuestra vida el deseo de sentir, de conocer y arriesgarnos por alguien más. Después de todo, los corazones rotos se curan, pero los protegidos se convierten en piedras.

Es bonito volver a sentir a alguien que nos abrace, que nos diga palabras de aliento, alguien que nos mire con ternura y también, con mucha pasión. Alguien que nos haga explotar a carcajadas, y que cuando sea necesario, seque nuestras lágrimas. Alguien que nos acepte tal y como somos sin intentar cambiarnos… Pero sobre todo, a alguien que insista en quedarse, a pesar del puto miedo que nos da volver a amar.

Autor: Karla Galleta