A ti que me elevaste al cielo y me dejaste caer… ¡Gracias!



Estoy una vez más encarcelada entre las cuatro paredes de mi habitación, luchando contra aquellos pensamientos que se aferran a ti, aquellos suspiros que sin querer se escapan de mí cuando te he de recordar, lucho contra mis demonios y contra tu fantasma, ese de tu ausencia que me acaricia en plena soledad, ese mismo que me insiste que no te deje de querer, que es posible intentarlo una vez más. Pero mi dignidad no me lo permite, mi orgullo no me deja dar marcha atrás, aun así he de confesar que toda mi fuerza de voluntad se rinde apenas te ve, apenas me topo con tu sonrisa, apenas miro tus labios y me hacen anhelar aquellos besos que con tanto recelo he de guardar.


He perdido la cuenta de las veces que me he prometido no caer ni una sola vez, pero son las mismas veces en que me he fallado y es que te sigo recordando, extrañando y añorando. Me he faltado a mí misma cuando me propongo ser fuerte, cuando creo lograrlo y apenas te miro me vuelves a convencer con argumentos que ciertos o falsos pero tonta e ingenuamente me hacen caer y creerte otra vez.

Y es que no te culpo de mi fragilidad, de la vulnerabilidad que siento cuando vuelves a aparecer. Nadie solo yo, soy la responsable de la tristeza, desilusión y soledad que dejas en tu lugar al marchar. Y es aunque caigo ante ti, siempre estoy consciente de lo que viene después, pero tal cual una masoquista lo ignoro y vuelvo a caer, sin importar las heridas que me haga esta vez.

Cuanto tiempo prometiéndome no volver a caer, no volverme a fallar, no volverme a romper y al final de cuentas cometo la misma estupidez. Me prometo una y otra vez que aunque lo intentes no me lograras vencer, que me mostraré fuerte, fría e indiferente e inesperadamente me atrapan tus encantos, esos que desquician a mi mente y me quiero convencer de que no me has de fallar, de que esta vez te habrás de quedar, que ya no te equivocaras más y me engaño por ilusa o fantasiosa, porque es más fácil pensar que no me habrás de lastimar a estar consciente de que sin duda otra vez todo nos saldrá mal.

Y como premonición se cumple aquello que he tratado de ignorar, termino derramando amargas lágrimas pero no te he de culpar porque no es más que consecuencia de mi tonto afán de volverte a amar, a esa absurda debilidad que me haces mostrar y a ese amor maldito que aunque me hace bien, también me hace mal.


Ésta vez finalmente creo que no te escribo con ninguna finalidad, ésta vez tan solo abro mi corazón y me decido firmemente a superar, porque sé que aunque me lo propusiera sería imposible poderte olvidar, no se olvida aquello en lo que piensas todo el día, pero sé que como esto no me favorece en ningún sentido, he decidido que lo mejor es renunciar, darme por vencida, aceptar la realidad; lo nuestro es una terrible intermitencia que no nos permite avanzar y eso me ha hecho reflexionar sobre lo que quiero y lo que espero de mi futuro. Ahora estoy consciente de que aferrarme al pasado no me está haciendo vivir ni mucho menos disfrutar mi presente. Debo admitir que aun duele cada lágrima que he derramado, porque vaya que han sido bastantes, pero me levanté con la firme convicción de dejar todo atrás y avanzar, no voltear en mí andar ni escucharte si me has de hablar.

Hoy he despertado con la necesidad de sacar de mi corazón todo aquello que me lastima y guardar muy bien aquellos recuerdos que aun logran sacar sonrisas. Hoy quiero retomar mis planes, mis sueños, pero sobre todo quiero anteponerme y anteponer mi felicidad ante todo y todos, sé que merezco a alguien mejor, alguien que me llene, que no me limite, que me valore y que me ame, alguien que luche, que se arriesgue, que se entregue en la misma medida que yo, que no se quede en la puerta estorbando convirtiéndose así en un egoísta que no se permite amarme ni permite que alguien más lo haga. ¡Hoy renuncio a ti!

No ha sido fácil tomar esta decisión, pero a la larga aceptaré que fue lo mejor para los dos. Sé que terminaré por acostumbrarme a que ya no estés más presente en mi vida, a ya no mirar más tu sonrisa, a que no seas tú mi motivo de despertarme cada mañana, a no dormir más con tu aroma impregnado en mi almohada. Sé también que dolerá, pero lo he de superar, te he de superar. Y aunque no me guste este final, serás ese recuerdo que me estruja, ese amor que me elevó al cielo tantas veces y tantas veces también… me dejó caer.

¡Gracias! Porque aunque no nos hemos conocido para establecernos juntos has sido una gran lección. Porque ha sido contigo con quien yo he sentido verdadero amor. Porque gracias a esa intermitencia e inestabilidad, es que me he dado cuenta que merezco algo más. Tal vez tu supongas que tan solo son puntos suspensivos, pero indudablemente y firme de lo que he decidido te digo que este es punto final.

Autor: Stepha Salcas, Ser Mejor