Le conté mi pasado, mi presente y mi futuro. Le susurré mis miedos y le grité mis sueños. Le enseñé todos mis puntos débiles y… se fue.



He aprendido a base de golpes, que en el amor, no existen garantías. Que entregar todo el amor que tenemos a alguien, no nos da la seguridad de que dicha persona también nos amará. Aprendí que, a lo mucho, podemos esperar a que ese amor crezca en el corazón de esa persona, lo cual sería genial, pero si no, sólo nos queda la opción de retirarnos dignamente y tratar de ser felices porque, creció en el nuestro y eso, de alguna manera, nos hace sentirnos más vivos, más humanos.
Y es que es imposible obligar a alguien a que quiera compartir el resto de sus días al lado de una persona a la cual no ama o ni siquiera está dispuesto a amar, y eso no lo hace culpable.


La vida siempre nos da señales, pero somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en entregarlo todo a alguien que no le interesa nuestro cariño, nos ilusionamos a tal grado que se nos olvida que el amor se vive entre dos y llegamos a tener sentimientos tan fuertes y tan apasionados que terminan doliendo y haciendo daño.

Aunque claro, también existe la posibilidad de que la otra persona sí tenga un sentimiento, es decir, que el amor sea recíproco, pero no quiera reconocerlo o decida no aceptarlo porque le da miedo el compromiso o tema salir lastimado.

Es muy doloroso darse cuenta que en algún momento, sin esperarlo, encuentras a alguien que hace tu vida mágica. Te atrae, te enamora, te muestra una parte de ti que no conocías o que quizá, ya habías olvidado. Derriba muros que tú misma creaste en defensa propia para no ser dañada nuevamente, y así, poco a poco, vuelves a sonreír. Abres tu alma y descubre tus miedos, tus inseguridades, tus sueños, tu espíritu y hasta tus más íntimos secretos. Sientes que el universo conspiro a tu favor porque llegas a vivir una conexión tan profunda, que ni siquiera pensaste que podía llegar a existir. Pero finalmente, esa persona decide que no quiere formar ya más parte de tu vida. Y al darte cuenta, sabes que no es para ti y tienes que dejarle ir.

Sin engaños, es inevitable crear expectativas con alguien cuando estás ilusionada, es imposible no crear un futuro con esa persona. Y eso no es malo, al contrario, es genial entregar todo, sobre todo, la mejor versión de ti misma. Pero aunque duela, y un montón, hay personas que no se atreven a amar, a soñar, que no están preparadas para abrir su alma, mucho menos, para merecer la nuestra. Y es ahí cuando perder… también es ganar.

Yo también me aferré a la esperanza, también esperé que se arrepintiera, incluso, le pedí que no se fuera, me perdí el respeto, herí mi amor propio, mi dignidad, agrande su ego, y todo con la insignia de “luchar por lo que quiero”, y siendo honesta, me he vuelto muy mala para hacerme pendeja, y eso me dolió mucho más que el hecho de que se fuera. Pero a veces, tenemos que vivir la experiencia de manera tan dolorosa, tan humillante para entender que ni todas las palabras que digas, ni todo lo que hagas, ni lo que llores va a retener a quien no quiere permanecer a tu lado.

Y entonces, no te queda más que agradecerle su partida, la lección, y ¿por qué no?, los buenos momentos y así comenzar a moldear tu corazón, porque quien no valora que le hayas abierto el alma, no merece estar en tu vida. Al final, terminarás agradeciendo el que se haya ido, porque aunque duela, ya no le regalarás lo más valioso que tienes: tu tiempo.

A veces, perder… también es ganar, y yo, gané, porque no me arrepiento de entregarme intensamente, porque fui feliz, porque intenté dar lo mejor de mí, porque me demostró que todavía tengo la capacidad de amar, porque no volveré a pisotear mi dignidad por nada, ni por nadie. Porque aprendí que el amor no regala dudas ni miedo, sino seguridad, pero sobre todo, porque hoy sé que cuando hay ganas de amar, no hay excusas para escapar a la primera oportunidad.

Le entregué mi alma y se fue… pero lo que todavía no sabe, es que fue él quien más perdió.

Autor: Karla Galleta